Vamos a iniciar una nueva sección en el blog titulada ¿y tú me preguntas qué es la paternidad? en la que intentaremos (con ejemplos) contar esos momentos alejados del lado bonito de ser padre, pero que aún así, hacen que todo merezca la pena.
Para empezar, algo que os sonará a todos. La paternidad es ir corriendo a todos lados. Desde el primer momento, empiezas a correr y ya no paras. Si tu Santa se pone de parto de repente corres al hospital (de esto me libré en los tres). Después corres para llevar a todos los sitios todos los papeles necesarios (yo me lo tomé con calma). Corres (como buen padre primerizo) cuando tú bebé llora. Corres cuando empiezan a gatear o a andar, quitando todas las cosas con las que se pueda golpear. Corres cuando le estás quitando el pañal y de pronto dice que se hace pis. En fin, corres, corres y corres...
Y así todo el día, todos los días. Un no parar. Hoy por ejemplo, He ido corriendo al trabajo para llegar lo antes posible. A media mañana he salido corriendo para llegar al cole para recoger las notas de la mayor. Allí no ha habido carreras, todo lo contrario, casi una hora esperando a que los demás padres se despidieran o hicieran una tutoría final con la profe o vete tú a saber qué.
Después de recoger las notas (hemos aprobado primero de la ESO), vuelta a correr para volver al trabajo y tener que recuperar luego el menor tiempo posible. Y al salir del trabajo, otra vez a correr. Vosotros diréis "claro, para ver el Italia - España de la Eurocopa". Pues no, correr para la revisión de los cuatro años (con vacuna incluida) de la peque.
Y así ha transcurrido el día (del partido mejor no hablar. He llegado justo a tiempo para certificar el desastre. Espero que por fin se jubile el bueno de Del Bosque). ¿Sabéis qué es lo mejor de todo? Pues que no me puedo quejar, porque los días de mi Santa son de correr todavía más.
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