lunes, 14 de julio de 2014

HORA DEL BAÑO...AL AGUA PATOS

Hoy vamos a inaugurar nueva sección en este humilde blog. La llamaremos Cosas De Padres. En ella contaremos esas anécdotas curiosas que nos pasan a todos (o por lo menos a mi) desde el momento en el que nos convertimos en padres.

Teniendo en cuenta que llevo más de diez años siendo padre, es decir, más de ciento veinte meses, o lo que es lo mismo, mas de tres mil seiscientos días y que en la mayoría de esos días mis peques se han bañado (algo que debería ser normal, pero tengo un amigo dermatólogo que dice que no es bueno que los niños se bañen a menudo. No sé si lo dice "científicamente" o es porque no le apetece nada bañarles) y que el encargado de los baños soy yo, empezaremos esta sección hablando de alguno que otra escena curiosa que nos ha pasado a la familia.

EL PRIMER BAÑO.

El primer baño en casa, de la peque mayor fue un autentico caos. La idea era bañarla justo antes de la cena (como si siendo tan pequeños hubiera hora de desayuno, comida y cena). Teníais que ver el baño de casa. Entre abuelos, padres y tíos, aquello parecía el metro en hora punta. Le dejé la cámara a mi suegro para que lo grabara todo (viéndolo después con tanto movimiento de cámara parece un homenaje a "El Proyecto de la Bruja de Blair").

La peque, por supuesto no entendía de horarios. Ella entendía de hambre y tenía mucha. Así que se pasó todo el rato llorando la pobre. Desde luego, no le resultó nada relajante. Yo estaba al mando del baño, pero allí todos opinaban:
- Cuidado con el ombligo.  
- Ten cuidado no se caiga. 
- Que no le entre agua en los oídos.
Después de hacer el baño exprés, al sacarla y secarla, igual:
- Sécale bien detrás de las orejas. 
- Cuidado con el ombligo.  
- Sécale bien entre los pliegues. 
- No le eches tanta crema.
Realmente, de la peque no era su primer baño, en el hospital ya le habían bañado las enfermeras, de quien SÍ era el primer baño era el mío y estaba un poco (mucho) nervioso y la compañía no ayudaba.
- No le aprietes tanto el pañal.  
- Empapa bien de alcohol la gasa del ombligo (en aquella época, se echaba un poco de alcohol en la gasa que cubría el ombligo hasta que se le caía).
Una cosa que te da mucho miedo al principio es el tema de la cabeza. Por muy bien (y despacito) que la cojas, siempre hay alguien que te dice
- Ten cuidado con la cabeza, que todavía no la controlan.
Y claro cuando vas a ponerle el body te entra el miedo de que le vayas a romper el cuello. Y si encima la bebé no para de llorar, el grado de estrés aumenta un montón. El pijama, por muy pequeño que lo hayas comprado, le queda grande y le sobra tela por todos los lados. Cuando le metes el brazo por la manga, cuentas todos los deditos para que no se quede ninguno perdido. Encima no aciertas a abrochar los botones...

Vamos una locura, que si bien, en realidad no dura mucho, a ti se te ha hecho eterno. Y todo su llanto acaba cuando por fin la bebé cae en los brazos de su mamá y empieza a tomar el pecho.

Como confesión, he de deciros, que sin ser un artista como el padre de las fotos que acompañan a este post, algún peinado estrambótico he hecho a mis peques mientras las tenía a remojo.






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