lunes, 29 de julio de 2013

JUICIO DEL REY SALOMÓN

En mi otro blog (lúdico-festivo) tengo una sección fija que es una de las que más éxito tiene. Se llama Grandes Chistes de la Humanidad (aquí podéis "disfrutar" de ellos) y ahí pongo esos chistes geniales (o no) que hemos oído más de una vez (o no) a lo largo de nuestra vida, chistes que nos arrancarán una carcajada (o no) y que rápidamente contaremos a nuestros amigos (sobre todo si son malos para que ellos también los sufran).

¿Y a que viene esto (os preguntaréis sabiamente), si aquí decías que ibas a hablar de tu día a día familiar? Pues veréis, cuando tienes hijos hay dos roles clásicos que más usas (además suelen ser complementarios). Uno es el de negociador de la ONU, y el otro el de Rey Salomón. Todos los días surgen conflictos con las peques. Del tipo:

Quiero hacer esto o lo otro. 
¿Por que no puedo ver más la tele? 
Déjame un poco más jugar con la consola.
¿Por qué hay que acostarse ya si todavía es de día?
¿Por qué tengo que recoger la mesa si la he puesto? (o su variante de yo solo recojo mi parte)

O del tipo:

Mi hermana me ha empujado.
Mi hermana no ha puesto la mesa.
Mi hermana no se ha lavado la boca.
Mi hermana tiene deberes y no lo ha hecho.
Mi hermana lleva un rato con la consola y no me la deja.

Y así podríamos estar (como decían en Toy Story) hasta el infinito y más allá. Y unas veces usas el rol de negociador de la ONU para decirles que tienen que recoger la mesa, pero toda, no sólo su parte, porque cuando nosotros hacemos la comida hacemos la de todos (y esto vale tanto para la mesa, como para los juguetes, ropa etc. Cuando les mandas recoger, siempre dicen que solo lo suyo, que su hermana recoja lo de ella).

Otras veces, te "pones" la túnica del Rey Salomón y tienes que "dividir" la situación en partes iguales que es lo que me pasó a mi ayer y que me sirve de excusa para este post.

Llega la hora del baño, les digo que se preparen la ropa mientras pongo el agua. De repente aparecen las dos diciendo que hoy quieren ser ellas la primera en ducharse. Yo les digo que se pongan de acuerdo a ver quien entra la primera. Y nada, una "hoy me toca a mí", la otra, "no, a mí, que la última vez fuiste tú la primera". "Pero yo me he preparado antes la ropa", "Pero yo he llegado a aquí primero" y así se pueden tirar horas, sacando viejas historias que solo ellas recuerdan.
Así que viendo que ellas no se ponían de acuerdo, opté por meterlas a las dos a la vez. Las dos se bañaron la primera y ya está. Ninguna quedó contenta y ninguna quedó triste. Punto para mi (sobre todo porque no tuve que gritar nada).

Y bien, esta situación me recordó al siguiente chiste que aunque este en este blog, también pertenece al grupo de los Grandes Chistes de la Humanidad, espero que os guste.

Juan, por fin aprueba la oposición a Juez. Su primer destino es el típico pueblo de la España profunda. Él piensa que puede ser un destino tranquilo sin grandes conflictos pero se equivoca. El primer día, y casi sin que le haya dado tiempo a instalarse en su despacho, oye unos gritos en la sala donde está su secretaria.
Sale y ve allí a dos mujeres gritando y a su secretaria con un bebé en los brazos y pregunta:
- ¿Se puede saber que pasa aquí? María, ¿que son estos gritos?
A lo que su secretaria responde:
- Verá Sr. Juez, estas dos mujeres dicen que este bebé es suyo.
- Eso no puede ser, sólo una puede ser la madre. -reponde Juan.
Una de las madres toma la palabra y dice:
- Sr. Juez, el bebé es mío, estaba en el parque paseándole y esta loca me ha quitado el carro diciendo que era suyo.
A lo que la otra responde:
- No ha sido así. Yo estaba sentada en un banco del parque con el carrito de mi bebé y de repente he visto que esta señora se lo llevaba.
- Eso es mentira, EL BEBÉ ES MIO...
- ¡¡NO!!, ES MIO.
Como Juan veía que aquello no tenía solución, recordó que su padre, también juez, le dijo que en conflictos así debía siempre usar el sentido común y recordó la historia del Rey Salomón al que le pasó una cosa parecida, así que le dijo a la secretaria que llamara al carnicero del pueblo para que trajera el cuchillo más grande que tuviera.
José, el carnicero llegó con un cuchillo que más parecía un hacha. Juan tomó la palabra diciendo lo mismo que Salomón, esperando que así saliera a relucir quien era la verdadera madre:
- Como veo que no os ponéis de acuerdo acerca de quien es la madre de este bebé, voy a pedir a José que le parta por la mitad y cada una se llevará una parte. ¿Que os parece?
Las dos mujeres asintieron y esto dejó descolocado a Juan, pero José tomó la palabra diciendo:
- Pero Sr. Juez, eso no se puede hacer, no se puede partir por la mitad a un bebé.
A lo que Juan sentenció:
- Efectivamente.
Y cogiendo al bebé, se lo dio a José diciéndole:
- ¡¡¡Tú eres la madre!!!  

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